domingo, 7 de marzo de 2010

Los Viunos.(III).


Los Viunos.(iii)

…La lluvia empezó a amainar, como en un gimoteo dejó de llover. Comenzó a verse traslucir los rayos del sol por las rendijas trazadas por las ramas de los árboles. Un séquito, pues parecían escoltar a una princesa, apareció en el claro del bosque. Belle con un carruaje lleno de viandas y otros enseres, seguida, rodeada por unas ocho personas, hombres y mujeres. Frenaron en seco al ver allí plantados, donde no debían de estar, a Marcial y su compinche Fistofé. Sin nada con que defenderse más que sus manos, se pusieron en rededor de Belle, todos sus acompañantes. Los dos sicarios intentaron no alarmar, no querían que se les complicase el plan, si se le podía llamar así. No tengáis miedo, no vamos a haceros daño a ninguno, sólo queremos a Belle. De eso nada repusieron. A ver no se ha explicado, terció Mefistófeles, quiere decir que debemos hablar con ella a solas y sin pérdida de tiempo. Eso no os lo creéis ni soñando, les gritaron mientras apretaban el cerco alrededor de Belle. Ésta habló, hasta ese momento la sorpresa la había sumido en un profundo silencio, observaba tanto a sus compañeros como a los dos sicarios. No os preocupéis, hablaré con Fistofé a solas. Pero, no es de fiar. Sí que lo es. Me apartaré lo suficiente para que no oigáis lo que tiene que decirme y tan sólo a tiro de piedra para que estéis tranquilos. Guardad cuidado.

Caminaron unos veinte pasos hacia delante, cuando se iban alejando, la curiosidad de Mefistófeles no pudo más. Por qué me has llamado Fistofé, cómo sabes de ese nombre. Belle le sonrió, es tan fácil como tener ojos y ver, tener oídos y oír, tener corazón y sentir. Mi padre me contó tu historia, yo también sé que conoces a la condesa, mi madre y no la tienes en buena estima. Tú también haces, a sus espaldas, cosas que si se enterara. Se entera, siempre hay algún trepador para irle con el cuento. Pero en el fondo, ella sabe que le viene bien. Sin quererlo jugamos al poli bueno y poli malo. Tiene a los pobres en contra, pero a ella eso no le ha importado nunca. Por otro lado saben que están conmigo y eso le da la seguridad de seguir viva, pues no deja de ser mi madre. Fistofé entonces no pudo más, lo que tengo que decirte dañará ese buen corazón que tienes. Tu madre nos ha enviado para que te hagamos desaparecer, tiene que ser un accidente, de una forma que no la implique a ella. No puede soportar lo querida que eres por los vecinos del pueblo. No soporta el parecido con tu padre. Lo dice de una forma que todo indica que su desaparición fue obra de sus tentáculos. Ya, Belle se quedó sorprendida de lo escuchado.

La solución está en el convento, si logramos hablar con la tesorera sin que lo sepa la priora, ya sabes en qué lado del tablero juega. Ella podría esconderte allí, el convento es suficientemente grande para que ni se entere, dada su edad ya no camina por todos sitios, podríamos intentarlo. Bien antes tengo que repartir estas cosas a los habitantes del bosque. Ah, los viunos. Sabes por qué se llaman así. Cuéntame mientras nos acercamos a sus refugios. Son pobres, hijos de delincuentes o pordioseros. Al principio mientras conocían las riquezas del bosque, tenían que saltear a los ciudadanos que pasaban por los caminos. Como eran casi niños, eran rápidos, todos a una, los unía el hambre, y sucios, pues no los conocían. Jugaban a la sorpresa, desorientaban al viajero y con unos ruidos de los huecos de las secuoyas, hacían sonar a los espíritus.
Así fue como se corrió la voz de que unos seres pequeños del bosque atacaban a los viajeros solitarios. Éstos asustados decían vi a unos, viaunos, viunos… así fue como tomaron ese nombre. A los siguientes asaltados, los viunos se encargaban que se enteraran gritándolo en las secuoyas.El miedo y la imaginación hicieron el resto. Dejaron de asaltar, cuando tu padre empezó a ayudarles como tú ahora.

En eso resonaron unas voces, estaaaamos aquíííí, somos los viuuuunos…
Ahí vienen, demosles las cosas después iremos a buscar a la hermana sor Inés. A quién. A la tesorera. Qué bien te lo sabes, dijo Belle. Fistofé respondió, recuerda mi pasado, con brillo en sus ojos…



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