domingo, 27 de febrero de 2011

A la Rica Miel…

A la Rica Miel…
Zumbidos de aleteos pequeños en la cercanía, grandes, inmensos en la distancia, rugido de miedos en el deambular de las letras aguijoneantes. Miedos al rejón cargado de tintas sátiras. Irónico mundo que teme las verdades y acusa con el índice al denunciante y exculpa a los malandrines.
Nacidas de las testas más brillantes, de la observación más cáustica, gritada por las voces más afinadas y en desafín.
A rayas, como las líneas de las enrejadas imágenes justicieras. Miel blanca dedujo al bote lleno, de dulce y rica miel, sin confrontar entre los fieles de las balanzas, justicia, dolor, castigo, debieron poder, debieron dejar y no permitieron.
Grupitos de rica miel alrededor de felices sonrisas, cargadas de buenas nuevas y sin fin de ideas creativas. 
Bellas damiselas fletan los barcos de los delirios y las delicatesen de extraños, riendas sueltas a una imaginación capaz de doblegar al poder.
Y en la oscura noche, la miel negra, las sombras y luces de miles de luciérnagas intransigentes con el delirio, puntos de brillantes resistencias y animadores de la fiesta enmascarada.
Ojos tupidos y máscaras soeces encubren las rimas entre miles de células que observan y esperan su momento para gritar, provocar las emulsiones que provocan los cambios.

La vieja reina está en las últimas, sus ojeras son casi tan grandes como su desazón, pues ve como el panal se le deslía entre sus dedos, dejando correr la miel, que pensóse le pertenecía sin comprender que sólo gestionaba el bien, la miel de la comunidad, el alimento de generaciones venideras.
Los arrimados lloran en su luto, derramaban risas de hiel y llantos de risas, por la pérdida mientras huelen el hollín candente, que da lugar a paso de las nuevas y prietas ideas.
Aviones de papel adornan su chistera ajada, donde tuvo su conejo de la suerte, aquella angorina de piel sedosa. Las tazas que portaban el elixir rejuvenecedor están vacías.
Extraña chaqueta la que ha de portar en su nueva andadura. Un poco al menos más alada, más musical por su zumbido que le transportará al cementerio de los elefantes, sagrados eso sí. 

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