jueves, 13 de octubre de 2016

El último delirio…

El último delirio…


He partido la liana que me sujeta
corro de frente
sin exponer mi pecho hendido
ni medrar en culpas o excusas
ya no satisfago la voz que grita
ni me arredro por migajas entre los dedos
busco el verso perfecto
aunque sé que no existe, que todo brilla distinto
según los ojos que reflejen el mantra
acaso sean las lluvias venideras
áurico vergel para las nutrias escapadas
o vendaval en velas desplegadas
justo delante de un torbellino
que amenaza incipiente de ser tragado.

He sido liberado por la inconsciencia
olvidado las leyes y las buenas costumbres
huyo como una milonga vertida en los lodos
sin escapatoria alguna, la carretera se hace larga
y mi atuendo es liviano, casi etéreo
apenas dos palmos de piel desvencijada
un fin en sí, no hallar, no inquirir
sólo dejar que me descubran los ladinos
rompiendo las sillerías de la catedral
mientras mi mano izquierda alimenta a los ángeles,
repantingado bajo el puente que cruza tu estepa.

Ya no espero nada, ya no hago colas tras los focos
me sumerjo en el último sorbo de añejo ron
después de haberlo visto beberse los peces de hielo
sin escrúpulo, sin humos en las barras desiertas
pido otra cerveza y la sal arriba sobre el limón atequilado
pegan en la puerta, la aldaba se apedrea con la madera
vírgenes lloran bajo camas desiertas
y el fin de las puertas batientes me divierten
hay un chico apoltronado al entrar en comisaria
su guitarra yace destrozada a su lado
aún se escucha su crujido, su quejido último
un lamento de voz rota, de añosa experiencia noctívaga
apuro los posos de esta historia, no tiene futuro
las esquirlas se acumulan como las hojas del otoño.

Tengo los zapatos desgastados, la ropa herrumbrosa
las muñecas laceradas, la camisa negra, ribeteada
pero no me duele la cabeza, no siento las piernas
y apenas intuyo un rumbo, mas qué importa
el río sigue sonando, el rey muerto ha sido enterrado
las yemas vuelven a brotar, la hierba altiva se muestra
hay música en la pianola, aquel detestable rumrum
sin obviar la desaparición del cabeceo del ventilador
ahora la brisa es fresca, fría, gélida y besos de glacial
tengo las manos raídas, tengo el alma vencida
pero vuelvo a mis renglones torcidos, a mi caída.

Suena un fin, una melodía cadenciosa, rotunda
cual si fuera una despedida pintada entre lágrimas
pero sin ojos que las regalen, ni risas que las escondan
juegan los dados de nuevo, y no me sorprenden
ahora salen los sietes, y las parejas y los ases
y me rondan las carcajadas de dientes marfilados
idiomas inconexos, cuerpos desnudos, prietos
perfilados labios rojos, afiladas lenguas montaraces
todo sin tino, la damisela azul se cimbrea en la barra
descuelga su cuerpo diestro, vuelven a cantar veintiuno
ya no tengo sed, el mar se vuelca en mi interior
soy sirena, soy náyade, los dioses me olvidaron
aunque ningún reproche, nunca los oí, ni los vitoreé
quizás fueran de barro, acaso no fueran tales cómplices
es fácil brindar en las victorias, casi tan fácil
como descerebrar al coadjutor de las derrotas.
Ya vuelve la señora, la angelical princesa del bosque
quema rueda, es ligera como el blues de Johnny el largo
la guitarra dentellea la noche, el cuervo sobrevuela la ciudad
al acecho, quiere tierno alimento, y seguirá hasta saciarse
corro calle abajo, igual que un agua de inmundicia
rodando bajo los arrabales, aprendiendo del dolor
silbando cuando el violín resuenen bajo los cristales.

Aprieto el paso, la llamada es grotesca, pero lleva mi nombre
bajo de mi alfombra y me pierdo en tu cuento
ya no quiero dormir, no queda tiempo, las agujas son veloces
y los hombres se desquician por quebrar la tierra
la policía ha dejado de cerrar las cancelas
camisas blancas serpentean por callejuelas mal iluminadas
son ángeles escapados del infierno, se dicen sanadores del mundo
no comprenden, la debacle está tras de mí
qué me importa el intermedio, la portada del noticiero
si te fuiste a pelotear el decimosexto green, con visera
guantes a conjunto y zapatillas de moda disforme.

Han disparado a bocajarro en mi barrio, el cemento me hostiga
los cascotes me hablan de usted, no quedan niños en el parque,
han cerrado los colegios, y este verso nunca será leído en público
ni descerrajaré nunca mi lengua famélica contra tus oídos
para qué, el azul de tus ojos ha desaparecido, y el cielo gris
está dibujando mi mortaja, la partida está acabando…

No, no hay vencedores… Desde siempre lo supimos.

©SantiagoPabloRomero.Bluesman.
Imagen:PilarTarduchy & JacqPaRo.

Music:L.A.Woman.Cover.TheDoors.Instrumental.

1 comentario:

  1. “Ya no espero nada más qué importa los dioses me olvidaron, y me pierdo en tu cuento, No, no hay vencedores… Desde siempre lo supimos, El último delirio…”. Al leerte poeta Santiago Pablo Romero, es adentrarme a ese mar de legado estilo El Cazador el Sueños, que lucha por la dignidad interior y por el hombre mismo. Es tocar tu alma cual Zaratustra, en donde tus versos navegan con esa fuerza de León, con esa decisión de Camello y con esa alma de niño abriéndose camino con la pureza, ante la caverna del abandono, para unir tu color de ánimo literario estas en un “superhombre” que vuela como el águila desnudándose de lo material y haciendo nacer las alas de purificación, dejando muy abajo las sombras y océanos borrascosos, en donde el eco de tus versos cual Nietzsche se dejan escuchar: “¡él es ese rayo, él es ese delirio!”. Así eres poeta Santiago Pablo Romero, el infinito brilla con tu luz poética que se deja vestir por el cielo mismo y cual Zaratustra: “¡Lo que yo llevo a los hombres es un regalo!«. Eres regalo, fuerza espíritu, eres lucha y amor, dignidad y libertad, plegaria y entrega haciendo de tu alma poética ofrenda mágica, en un arcoíris de esperanza. Felicidades por ser tú mismo en un verso, en un palpitar, gota de amor hecho pasión de vida nueva, poeta del hoy con alas de ensoñación entre el mar de tu belleza interior, besando el amor…!

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